Te levantas tarde, con dolor de cabeza y un sabor extraño y pegajoso en la boca. Sí, hoy es domingo y los recuerdos del fin de semana se mezclan en tu cabeza como pequeñas fichas del puzzle que tienes que esforzarte en montar.
Empiezas repasándote a ti misma, estas entera. Miras a tu alrededor, estas en tu habitación y sola. Recuerdas las cervezas en el bar, recuerdas el juego y el beso que te hubiese gustado dar, pero sobre todo recuerdas esa conversación a medias después de que él te dejase en tu casa.
tu: Gracias por traerme a casa
el: no dejes de hablarme.. me he quedado con ganas de estar contigo
Y ahí empiezan las fantasías, desde tu cama lo sientes besarte lentamente subiendo por el cuello hasta las orejas, tu pulso empieza a acelerar, tu respiración se hace profunda, el sigue escribiendo e imaginando y tu sientes cada cosa que el quiere hacerte. te explica por que no te beso, porque no puede sentir nada, pero que te desea, que desea tu miel...
y seguís así parte de la noche, o la madrugada, en realidad no sabes cuanto tiempo fue, no quieres que termine. Pero llega el fin y hoy, cuando te despiertas, contemplas esa realidad como un sueño, porque él está lejos de tu alcance y tú lejos del suyo, porque os separa algo más que la escasa distancia.
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