Estaba cansada de tanto esperar, eran casi las 11 de la noche y él no aparecía por ningún lugar. Sabía que al día siguiente se iría, que no lo volvería a ver salvo en las ocasiones accidentales en las que se reuniese todo el grupo, y él no venía. Se encendió el último cigarro sintiendo como el ascua iba devorando tanto el tiempo como sus esperanzas.
El viento se colaba por debajo de su falda de lino. Llevaba ese tipo de ropa que él tanto odiaba pero que era tan característica de ella, lo había hecho adrede, para que no la olvidara, para que su última imagen fuese la más real. Se terminó el cigarro, arrojó la colilla al suelo y se marchó por el mismo camino por el que había llegado.
Él la contempló desde la esquina, exhausto por la carrera, sin aliento para un último grito. Había perdido la oportunidad de despedirse.
Bueno perdió la oportunidad de despedirse, pero no de volver a verla otra vez, como a esa falda de lino (que tanto se arruga). No te preocupes, él sabe el camino. Un abrazo.
ResponderEliminarel problema no está en si él sabe o no cual es el camino.. la cosa está en si ella seguirá esperando en la misma encrucijada o seguirá por otros senderos desconocidos para él.
ResponderEliminarElla seguirá esperando, pues su destino así lo tiene marcado y lo más importante, lo ama, mayor motivo para una segunda oportunidad, que él sabrá aprovechar, ¿no dicen que el amor lo puede todo?
ResponderEliminarno se yo si ella está dispuesta a esperar...
ResponderEliminarYo en el lugar de la protagonista de la historia no esperaría a NADIE, viviría y aprovecharía todas las oportunidades que me ofreciera la vida, y si con el tiempo nuestros caminos se volvieran a cruzar, entonces actuaría en consecuencia, dependiendo de las circunstancias del momento.
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